A pesar de encontrarse de manera natural en la corteza terrestre, el plomo es un metal considerado como una de las principales fuentes de contaminación en el mundo, dadas sus características físicas y los efectos negativos que genera en el medio ambiente y la salud de las personas. Entre los principales orígenes destacan la explotación minera, la metalurgia, las actividades de fabricación y reciclaje y, en algunos países, el uso persistente de pinturas y de combustible para la aviación.

Al ser usado en actividades industriales, puede ser inhalado por seres humanos, o ser ingerido al mezclarse con polvo, lo que conlleva a su acumulación en diferentes partes del cuerpo, afectando la inteligencia en niños y causando problemas de comportamiento y dificultades de aprendizaje, entre otras consecuencias.

Para reducir estos efectos, durante julio de 2021 se prohibió el uso de combustible con plomo para autos y camiones a nivel mundial (tras una campaña de casi dos décadas de la Alianza para combustibles y vehículos limpios, liderada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente). Esta normativa se suma a otras leyes establecidas en Chile que, desde 1997, prohibió la producción, importación, distribución, venta y uso de pinturas decorativas con una concentración de plomo que sobrepase las 600 ppm.

Así, la OMS ha establecido a este metal como uno de los 10 productos químicos que suscitan una mayor preocupación para la salud pública, por lo que espera que en los próximos años se establezcan protocolos estrictos para la disposición de desechos que los contengan, así como para evitar su producción.